Según la nota que se publicó en un diario capitalino el martes 21 de febrero, el diez por ciento de las viviendas en el D. F. carece de cocina. Las nuevas, diminutas, caras, lejanas construcciones habitacionales ya no cuentan con una cocina, con el recinto que le dio origen al concepto de hogar. Los "planificadores urbanos", al servicio de los especuladores insaciables, consideran que ya no se necesita una cocina en ninguna vivienda, después de todo, piensan, ésta se ubica tan lejos de los centros laborales y escolares, que los habitantes ya nunca desayunan, comen ni cenan en sus viviendas. Ya sólo llegan a dormir, tras ver un rato la televisión. Para eso está la comida rápida, para eso están las sopas instantáneas y los comestibles callejeros. Los adultos salen en la madrugada a trabajar y regresan, extenuados, tras horas y horas de trayecto, a bordo de un transporte público lamentable, o atrapados en el caos vial dentro de sus coches particulares. Los menores regresan más temprano, tal vez a consumir su sopa instantánea de microondas. El neoliberalismo construye diariamente sus antiutopías, más truculentas que las imaginadas por George Orwell.
Luego, los políticos piden aplausos porque han dotado al pueblo de estas viviendas sin hogar.
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